Perfect day
El sábado fue un día perfecto.
De esos días en los que te acuestas exhausta pero tan feliz que no cabes en la cama.
De esos días que aunque llueva o te baje la regla a primera hora de la mañana te tomas un ibuprofeno, te pintas el ojo y te plantas el vestido con más vuelo que tengas. Y no hay día gris que valga. De esos días en los que nada puede salir mal porque tú eres feliz sólo de saber que estás viva y de que la vida te vuelve a permitir días como ese.
Primero, una charla muy interesante sobre el swing y el bebop, y en la pinchada swing la gente ya no aguanta y empieza a bailar por los rincones donde hay espacio.
Comida. Música. Reencuentro. Sonrisas. Alegría. Amigos que ya son familia. Maravilla.
Por la tarde taller muy chulo, cena juntos y concierto en directo. La pista de una sala completamente asombrada de volver a vernos y lágrimas en los ojos al ver esa pista repleta y de haber perdido todo eso durante dos eternos años. Dos años sin esa sensación de felicidad, de ver a gente feliz bailando y esperando que suene la primera nota como un corredor que espera el disparo de salida. Porque si bailas swing no cabe la tristeza. El swing es alegría. Y mis lágrimas de felicidad se fueron bailando. Haciendo volar la falda del vestido en cada vuelta y bailando, bailando, bailando.
Viva el Swing. Siempre. Gracias por tanto.