Soy una señora

Te das cuenta de lo sola que estás para todo cuando montas un mueble. Pero no un mueble de esos supuestamente fáciles de Ikea, con sus instrucciones de todo explicadas minuciosamente, no!, cuando montas un mueble de mierda, sin instrucciones, ni agujeros, ni guía de absolutamente nada, más que tu humilde ojo, que hace lo que puede y tu fuerza cero, y tus herramientas de la señorita Pepis.

Ahí te das cuenta realmente de que estás sola para absolutamente todo en tu día a día. Y hay cosas que ya has integrado que haces sola por pura inercia, pero hay otras tantas de las que no eres consciente porque no las haces tan a menudo, como montar muebles de mierda, o hacer una mudanza, o meter una alfombra por debajo de un mueble que pesa un hueval. Horror. Ahí si te grabaran en vídeo por un agujero sería divertido para el que lo viese. Y tú, alma de cántaro, te imaginas a alguien (un ser etéreo al que tú tienes tan idealizado) mirándote y diciéndote amablemente: “yo te ayudo, mi amor, pero si esto no pesa nada!” y levantando el mueble como si nada con sus brazos fuertes y sus manos bonitas. Porque de siempre, te has fijado en las manos.

También te das cuenta de que quizás no es tan descabellado eso que dices siempre en broma de “es que ya soy una señora”, pero es que ya no te apetece montar tus propios muebles ni pasar esos trabajos, porque no, porque no tienes ganas, ni humor, ni fuerza física, ni estás en forma, ni ostias en vinagre. El confinamiento te ha dejado fuera de juego y ahora te está costando la vida “remontar la insolación”, como decían en la tele aquella vez en aquella vuelta ciclista de sabe dios qué año.

En fin… ¿al final va a ser verdad que tenemos que convertirnos en mujeres de hierro?, ¿y ser unas bravas y poder con todo?, porque es o eso, o eso. Aunque nos perdonemos la vida y nos permitamos estar agotadas de hacerlo todo solas o de que las cosas no siempre nos salgan como quisiéramos, al final hay que poder con todo. Y no hay más tu tía.

Aunque, como dice mi amiga Josephine, a veces se agradecería un hombro en el que apoyarse un poco, y descansar.

Anterior
Anterior

Autoetnografía

Siguiente
Siguiente

Pedagogía de la imagen