En un lugar de la Mancha
Ayer, estaba comiendo higos en la cocina y de pronto me teletransporté al Morrón, junto a mis abuelos y a mi tío Julianmari. Ese sabor tan familiar me llevó volando junto a la gran higuera que estaba enfrente del manantial de agua helada donde metíamos los pies mis primas y yo cuando éramos pequeñas. Esa higuera que ha estado presente en tantas reuniones familiares, esas reuniones familiares que un día dejaron de existir de golpe, para no volver más.
Aquellos veranos eran geniales, cuando acompañaba a mi abuela al huerto a recoger tomates, si me esfuerzo un poco aun puedo olerlos!, o me iba de excursión con mis primas por las montañas y todo eran risas, o subíamos al pueblo con mi abuelo haciendo rally con el Suzuki agarrándonos a donde podíamos, o nos íbamos a ver las estrellas con los sacos de dormir, y hacíamos fiestas para nosotras y bailábamos con los discos de vinilo… y pasábamos mucho calor, pero no nos importaba porque estábamos juntas.
En los mejores recuerdos están mis abuelos, tan bonicos como ellos eran, y mis primas, haciéndome reír.
Y ya nada de eso existe en el presente, pero me gustó haber ido de visita un instante.